¿Dolor o tensión? Entender la diferencia para elegir el tratamiento correcto

A veces creemos tener una lesión, pero es solo una contractura. O ignoramos un dolor que necesita más atención. Saber distinguir entre dolor y tensión puede marcar la diferencia en tu recuperación.

DOLOR, TENSIÓN Y RECUPERACIÓN FÍSICA

6/2/20252 min leer

No es raro que alguien llegue a una sesión diciendo “me duele todo el cuello” y, al comenzar el masaje, descubramos que no hay una lesión, sino una tensión muscular acumulada. En otros casos, el cliente cree que solo está contracturado, pero en realidad hay una inflamación que requiere otro enfoque. La diferencia entre dolor y tensión no siempre es evidente, pero entenderla puede evitarte tratamientos equivocados, demoras en la recuperación o incluso empeorar una dolencia.

Tensión: el lenguaje silencioso del cuerpo
La tensión muscular no siempre duele. A veces se manifiesta como rigidez, sensación de carga, o una limitación en el movimiento. Es la forma en que el cuerpo se defiende: guarda energía, se protege, se inmoviliza.

Suele aparecer por estrés, malas posturas, falta de descanso o movimientos repetitivos. La buena noticia es que, en la mayoría de los casos, es reversible y responde muy bien al masaje, al calor, al estiramiento o al simple hecho de descansar mejor.

El dolor: una señal que no conviene ignorar
El dolor, en cambio, es un mensaje más fuerte. Puede ser punzante, agudo, irradiado, o aparecer solo en ciertos movimientos. A diferencia de la tensión, el dolor suele indicar un daño o irritación en alguna estructura: músculo, tendón, ligamento o nervio.

El masaje puede aliviar muchos tipos de dolor, pero también puede ser contraproducente si no se sabe qué lo está causando. Por eso, si el dolor es persistente, se intensifica o no responde al contacto, es importante hacer una consulta médica antes de seguir con sesiones manuales.

¿Cómo distinguirlos? Tres claves prácticas

  1. Zona de molestia.
    La tensión suele sentirse más difusa, en zonas amplias o generales (como toda la espalda alta). El dolor, en cambio, es más localizado o sigue un trayecto (como un pinchazo en el glúteo que baja por la pierna).

  2. Respuesta al masaje.
    Si después del masaje sentís alivio duradero, probablemente era tensión. Si el dolor empeora, se mantiene o no cambia, hay que evaluar más profundamente.

  3. Contexto de aparición.
    ¿Estás más estresado, durmiendo mal o sentado todo el día? Probablemente sea tensión. ¿Tuviste un esfuerzo físico reciente, una caída, o el dolor apareció de forma brusca? Podría ser algo más estructural.

El rol del masajista y del cliente
Una sesión de masaje no es solo técnica. Es también una lectura cuidadosa del cuerpo y de sus señales. Como terapeuta, siempre escucho lo que el cuerpo dice antes de intervenir con presión o maniobras más intensas. Pero también es importante que la persona que recibe el masaje aprenda a registrar su propio cuerpo: cuándo algo es un “dolor que libera” y cuándo es una advertencia que pide frenar.

Conclusión personal
Uno de los grandes aprendizajes que da la experiencia es saber cuándo intervenir y cuándo no. A veces, menos es más. Un masaje suave, con escucha, puede ser más transformador que una sesión intensa pero mal enfocada. El cuerpo siempre da pistas: nuestro trabajo —como profesionales y como personas conscientes— es aprender a interpretarlas con respeto.

Fuentes:

  • Cleveland Clinic – "Muscle Tightness vs. Muscle Pain"

  • American Massage Therapy Association – "Understanding Muscle Pain and Tension"