Posturas que te están arruinando el cuerpo (y cómo compensarlas con simples rutinas)

Pasamos horas frente a pantallas sin notar cómo eso afecta nuestra salud. Este artículo te ayuda a reconocer las posturas más dañinas y a recuperar el equilibrio con gestos simples y conscientes.

POSTURA, CUERPO Y VIDA MODERNA

5/19/20253 min leer

woman typing on MacBook Pro while sitting on bed in room
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Posturas que te están arruinando el cuerpo (y cómo compensarlas con simples rutinas)

Vivimos en una cultura acelerada que nos obliga a pasar horas frente a pantallas, caminar mirando el celular o sentarnos en sillas poco ergonómicas durante largas jornadas laborales. Todo esto configura un patrón de vida donde la mala postura no es la excepción, sino la norma. Y lo más preocupante es que muchas veces ni siquiera somos conscientes del impacto que esto tiene en nuestro cuerpo.

¿Te duele el cuello al final del día? ¿Sentís rigidez en la espalda baja al levantarte? ¿Tenés los hombros tensos sin razón aparente? Lo más probable es que esos síntomas no se deban a una "mala noche" o al estrés del día, sino a la acumulación silenciosa de hábitos posturales que te están afectando más de lo que creés.

Las posturas que adoptamos… sin darnos cuenta

Una de las posturas más comunes —y más dañinas— es la del cuello adelantado y los hombros encogidos. Ocurre cuando miramos el celular o trabajamos en la computadora sin levantar la vista ni ajustar la altura de la pantalla. Esa posición, mantenida durante horas, genera una tensión constante en los músculos del cuello, los trapecios y la parte alta de la espalda. Con el tiempo, puede provocar dolores de cabeza, sensación de fatiga visual y rigidez muscular.

Otra postura muy frecuente es la de sentarse con la cadera colapsada hacia atrás, como si nos dejáramos caer en la silla. Esto altera la curvatura natural de la columna lumbar, genera presión en los discos intervertebrales y sobrecarga músculos que no están preparados para sostener esa posición durante tanto tiempo.

Dormir con almohadas demasiado altas o con la cabeza girada hacia un lado también puede mantener a la columna cervical en una tensión permanente, especialmente si repetimos esa postura noche tras noche.

Incluso pequeños gestos como cruzar siempre la misma pierna al sentarse o cargar la mochila en un solo hombro generan asimetrías que, a lo largo de los años, terminan desequilibrando todo el cuerpo.

¿Qué consecuencias puede tener esto en tu cuerpo?

Cuando repetimos ciertas posturas por días, meses o años, el cuerpo empieza a adaptarse. Pero no lo hace sin consecuencias. Los músculos se acortan o se sobrecargan, las articulaciones pierden movilidad, y la respiración se vuelve más superficial. El cuerpo entero entra en una especie de "modo de supervivencia postural" donde la prioridad ya no es moverse bien, sino simplemente soportar.

Este tipo de adaptaciones posturales pueden derivar en contracturas crónicas, dolores de espalda persistentes, hormigueos en brazos o piernas, y una sensación general de rigidez que muchas veces se confunde con envejecimiento. Pero no siempre es la edad: muchas veces es solo el hábito.

Además, hay algo que pocas veces se menciona: el impacto emocional de una mala postura. Una postura encorvada, con el pecho cerrado y el cuello tenso, no solo afecta cómo respiramos o cómo nos sentimos físicamente, sino que también influye en nuestro estado de ánimo. Está comprobado que una postura erguida y abierta puede mejorar el estado emocional, mientras que una postura colapsada tiende a reforzar estados de ánimo bajos o ansiosos.

Pequeñas rutinas para empezar a compensar

La buena noticia es que no todo está perdido. El cuerpo tiene una capacidad enorme de adaptarse… también para bien. Con solo incorporar algunas rutinas simples en el día a día, podemos empezar a revertir esos patrones y recuperar movilidad, vitalidad y sensación de alivio.

Por ejemplo, hacer pausas activas cada dos horas para estirar el cuello y los hombros, aunque sea por 3 o 4 minutos, tiene un impacto directo en cómo nos sentimos al final del día. Practicar movimientos suaves como la postura del gato y la vaca (propia del yoga) ayuda a movilizar la columna sin esfuerzo. Incluso sentarse sobre una pelota o un banquito por unos minutos puede darle al cuerpo una señal diferente y positiva.

El automasaje también puede ser una herramienta muy útil: una simple pelota de tenis puede ayudarte a liberar tensión en glúteos o espalda alta si la usás apoyándola contra la pared o el piso. Y si tenés la posibilidad de ver a un profesional regularmente, el masaje se vuelve un aliado esencial para detectar zonas problemáticas antes de que se conviertan en lesiones.

Conclusión personal

Como masajista, veo todos los días las consecuencias de estas posturas: espaldas rígidas, cuellos contracturados, hombros bloqueados. Pero también veo lo contrario: lo que ocurre cuando una persona empieza a cuidar su postura con conciencia. El alivio no es solo físico, es emocional. El cuerpo cambia, pero también cambia la forma en que habitamos ese cuerpo.

El primer paso es mirar hacia adentro —y hacia arriba—, literalmente. Tomarte unos segundos para observar cómo estás sentado, cómo estás respirando, cómo se siente tu cuerpo ahora. Esa conciencia es el comienzo de cualquier cambio duradero.

Fuentes